lunes, 16 de abril de 2012

EL NINJA MODERNO // IMA NINJA por Masaaki Hatsumi


Buenos días, aquí les dejo del prólogo que escribió Hatsumi Sensei hace más de 25 años en su libro IMA NINJA, en versión en español EL NINJA MODERNO. Que lo disfruten.
Buen Entrenamiento. Pedro


EL NINJA MODERNO - IMA NINJA por Masaaki Hatsumi
Prólogo
La primera vez que yo sostuve un bokken en mis manos
creo que tendría unos siete años, era un viejo sable de
entrenamiento hecho de la madera del níspero japonés, mi padre
lo tenía como uno de sus objetos más preciados. Después de
aquella primera experiencia y antes de que empezara la guerra,
yo había estado practicando judo, karate, kendo y las diversas
artes marciales tradicionales japonesas, pero una vez terminada
la guerra del Pacífico, a las artes marciales les siguió una época
en blanco donde se vieron sustituidas por el boxeo, el fútbol,
etc…Mientras, yo me dedicaba en cuerpo y alma a mis estudios.
Quizás sea debido a la juventud que tenía entonces y a la fuerza
que élla da, pero lo cierto es que aunque no me preocupaba en
absoluto por encontrar la esencia de las artes marciales, gastaba
todas mis energías en su entrenamiento.
En una ocasión, los soldados de una base americana me
pidieron que les diera clases de judo. La energía de sus
movimientos y la fuerza de sus brazos eran sorprendentes, en
poco tiempo fueron capaces de dominar con gran maestría las
técnicas más difíciles e incluso de hacer volar a sus compañeros
japoneses más veteranos. Viendo aquel espectáculo un aire de
desánimo empezó a soplar dentro de mí. Precisamente en aquella
época en la cual yo empezaba a pensar que el verdadero Budo
tenía que estar en otro sitio, me vino a la mente una idea que
decidí llevar a la práctica.
A partir de aquel momento decidí llamar a la puerta de
los maestros de las distintas artes marciales tradicionales
japonesas. Desde entonces, algunos de estos grandes maestros
tuvieron la gentileza de venir personalmente a mi casa donde
yo recibía sus enseñanzas directamente. Esta maravillosa
experiencia duró aproximadamente unos diez años, una vez que
conseguí dominar todas las técnicas de los distintos maestros,
conseguí poder encontrarme con un maestro independiente de
todos los demás, un maestro de Budo y de la vida, se trataba del
maestro Takamatsu Toshisaya.
Inmediatamente me preparé para viajar hacia la provincia
de Nara, allí en una región llamada Yamato se encontraba
Kashiwara, el pequeño pueblo donde vivía el maestro
Takamatsu. Una vez que llegué ante la puerta de su casa, la
mujer del maestro tuvo la deferencia de salir a recibirme:
- ¡Ah, bienvenido! —me dijo con una sonrisa y un fuerte
acento local. ¡Bienvenido a tu casa! ¡Creo que has hecho un
largo viaje! ¡Venga, venga sube a la segunda planta!
Hice como me aconsejara la señora de la casa y cuando
llegué arriba, me senté en seiza y, en silencio, me quedé
observando los cuadros que colgaban de las paredes.
- ¡Ahh, bienvenido! ¿Ya estás aquí? —fueron las primeras
palabras del maestro Takamatsu que salía desde una puerta en
el rincón.
- ¡Ah! ¡Es un gran placer! —fue lo único que acerté a
decir.
En aquel instante todos los músculos de la espalda, desde
la cabeza hasta las extremidades se me pusieron rígidos como
una tabla y sentí como si una corriente eléctrica me recorriera
todo el cuerpo.
- ¡Bien aquí estoy! —me dije a mí mismo reafirmándome.
Desde los tiempos más antiguos delante de los dioses,
para contar con su benevolencia, se suele recitar una frase, que
viene a ser «Kashikomi, kashikomi mou san»1 , pues bien, yo en
aquel momento, realmente me sentía atemorizado. Por primera
vez noté que tenía ante mí a un verdadero maestro.
- ¡Venga, venga! ¡Déjate de formalismos! —me dijo
mientras me tendía la mano. Al contrario de lo que él imaginaba,
para mí aquello suponía ser todavía mucho más respetuoso y
como resultado, todos mis músculos terminaron endureciéndose
más hasta terminar con los hombros casi encogidos.
Durante mi viaje de vuelta en el tren nocturno, lleno de
emoción, no pude pegar ojo, pensando en que realmente en
Japón todavía existían estos maestros. Aquello fue el comienzo
de una estrecha relación maestro-alumno que duraría unos
quince años.
En una ocasión el maestro Takamatsu me dijo lo siguiente:
«Todos cuando empezamos somos como un pequeño insecto,
pero a pesar de ello, hasta el más insignificante insecto si se
agarra fuerte a la cola de un caballo puede recorrer cuatro mil
millas «. A partir de aquel momento y tras oir aquellas palabras,
decidí firmemente ser el mejor insecto de todo Japón.
Antes de que el maestro Takamatsu se marchara al otro
mundo, pude conocer a fondo, bajo sus sabios consejos, tanto
el entrenamiento como la vida del «insecto». Como es de
imaginar, el entrenamiento suponía un esfuerzo supremo, casi
hasta agotar la última gota de sangre la práctica se sucedía de
manera ininterrumpida, en un estado semi-inconsciente. Gracias
a todo ello, después de varios años, llegué a dominar un Budo
infinito y finalmente descubrir el verdadero mundo de los
«insectos» (como los primeros dominadores de la tierra, el rey
de los reptiles con la conciencia de un gran dinosaurio)
De nuevo, recordando las palabras del maestro Takamatsu,
me dí cuenta de que empezaba a vislumbrar en mí la figura
osada de aquel pequeño insecto agarrado a la cola del gran
caballo, momento desde el cual me dispuse a dejar de ser un
pequeño animalillo para convertirme en un gran dragón blanco.
Hoy en día, al hablar a la gente acerca del Budo, les suena
a algo feudal, de épocas pasadas y una especie de alergia les
recorre todo el cuerpo. Yo, personalmente creo que precisamente
el budo, es algo necesario para la sociedad de hoy. Haciendo
eco de las palabras del maestro Takamatsu recuerdo algo que
me dijo:
«El budoka que sigue el camino marcado y hace de su
entrenamiento lo más importante, como budoka, no tiene de
qué arrepentirse; por otra parte intentar ser famosos como los
hombres de antaño: por ejemplo, Miyamoto Musashi, o incluso
destacar en el dominio y destreza de las diversas técnicas, quizás
pueda ser interesante para algunos, pero no se debe olvidar
que la esencia del budo es la virtud». Dicho de otro modo,
quien no se prepara así, no puede ser llamado budoka. La esencia
del Budo consiste en vencer claramente, mediante su
conocimiento, pero sin luchar. El ninjutsu es igual, si no estamos
preparados en su esencia, si no conocemos su verdad, nunca
podremos decir que hemos llegado a un conocimiento completo
de dicho arte. De esta manera los diversos maestros, al tiempo
creadores de diferentes escuelas, los jefes de las diversas familias
y tantos otros, con el deseo de que todo esto se entendiera,
haciendo caso de la tradición, se subían a lo alto de una roca y
se sentaban a meditar largo tiempo. Como es de imagimar esta
costumbre se transmitió de una generación a otra y muchos años
después aquel lugar de meditación se conocía como «la roca
del extranjero». Se comentaba que aquel que formulara allí un
deseo, en poco tiempo lo vería realizado. Actualmente, en Sada,
un pueblo de la provincia de Iga, grabada en una roca se
encuentra una vieja inscripción que así lo atestigua. De esta
manera, podemos asegurar que el auténtico Budo se mantiene
alejado de la violencia, teniendo en cuenta esta máxima, la cual
deseo que nadie olvide, me animé a escribir estas líneas.
Actualmente, son innumerables los libros editados sobre
el budo. Los hay que basándose en textos antiguos, hacen una
presentación subjetiva de este mundo de las artes marciales,
otros, por el contrario, después de haber llegado a cierto dominio
de alguna de esas artes marciales «modernas», y desde un punto
de vista muy personal el autor presenta su libro, también los
hay quienes hacen uso de ambos métodos para concluir su
trabajo. Todo ello sin olvidar, los más, que son aquellos que se
presentan tomando como referencia básica las numerosas rutas
de la milenaria China. Pero toda esta variedad es natural gracias
al interés que el tema suscita.
Debido a toda esta diversidad de estilos y artes, reina gran
confusión entre los lectores. Por mi parte, he intentado escribir
algo que no se encuentra en ninguno de todos estos libros y que
los budokas actuales reclaman. A través de estas páginas he
intentado describir qué entienden por budo los japoneses que
lo practican. En este libro hay no pocas partes vergonzosas para
el verdadero budoka, desde los motivos que conducen a una
guerra hasta de qué manera nos pueden aparecer obstáculos que
impidan la práctica, todo ello, sin olvidar la estrecha relación y
a su vez frágil barrera entre el arte y el deseo.
También se puede hacer un acercamiento al Budo desde
el punto de vista artístico, por tomar un ejemplo podríamos
mencionar los cuadros orientales donde la roca, podría llegarse
a pensar que de un modo abstracto, representa al hombre y
comparativamente, a los cuadros occidentales cuya nota general
podrían ser los desnudos, quizás se les pueda encontrar una
referencia con las adoratrices que hacen su aparición en la
caballería. De esta manera, me gustaría hacer una presentación
del Budo desde diferentes enfoques.
Las razones para empezar a practicar las artes marciales
van cambiando inevitablemente de una generación a otra. Tanto
en época de paz como en época de guerra, el ánimo, el espíritu
que nos late desde lo más profundo es el mismo. En el caso del
maestro Takamatsu, desde el momento en que nació hasta que
cumplió 21 años estuvo viviendo con los 9 hijos de su madrastra.
Parece ser que una y otra vez durante aquellos años, fue
maltratado por sus hermanastros, tanto es así que pasaron a
llamarlo «cabeza llorona». Parece ser que el maltrato fue la
principal razón por la que el maestro Takamatsu entró en el
mundo del budo.
Por mi parte, recuerdo que mi padre era un hombre que
solía beber con frecuencia, cuando lo hacía cambiaba tanto que
no parecía el mismo. De esta manera se sucedieron los días,
uno tras otro, enfrentándome a un «desconocido» armado con
una navaja. Cuando mi padre se acercaba, a una distancia de
unos cien metros, gracias a un sexto sentido que había
desarrollado era capaz de sentirlo y así poder esconderme en el
armario empotrado de la habitación o incluso, dormir fuera a la
intemperie. En semejante situación, los libros de texto no me
eran necesarios por lo cual terminé quemándolos en un arrebato
de ira. Finalmente, entre unas cosas y otras me presentaba a la
escuela sin comida, (que cada madre solía preparar para su hijo),
y por supuesto sin el material escolar, provocando la cólera del
maestro que una y otra vez me repetía: - ¡No he visto a nadie
más tonto que tú! —y posteriormente me hacía estar, otra vez,
todo el día de cara a la pared.
Así fue como tuve que hacerme fuerte y cada noche
enfrentarme a aquel alborotador que venía con navaja en mano
y tras dominarlo, meterlo en la cama. Yo que era el más débil
de todos pero también el único hombre de la casa, me vi en la
obligación de defender a toda la familia.
Ahora después de los años, creo que éste fue mi primer
contacto serio con el Budo y después de observar detenidamente
la situación, llegué a la conclusión de que el mío, fue un buen
padre. Al fin y al cabo, él se encargó de mostrarme el verdadero
camino del budo.
Hoy, años después de haber sido discípulo del maestro
Takamatsu y haber podido encontrar una vida maravillosa a
través del Budo, estoy convencido de que este espíritu de plena
satisfacción que siento, es sin duda por haber alcanzado un pleno
conocimiento de dicho budo.
A todos aquellos practicantes de las diversas artes
marciales, que de un modo totalmente inconsciente, practican
desde un único punto de vista, despreciando así otras ideas, les
ruego sinceramente que no desperdicien su vida y se relajen. A
través de estas líneas, según mi propia experiencia, intento
describir el auténtico Budo desde diversos ángulos, desde el
maestro al discípulo y a través de las enseñanzas orales de
ambos, ofrecer una introducción.
Hakuryu
1 N. del traductor: Es una frase que antiguamente se recitaba ante los dioses para recibir su
bendición y protección cuando alguien se disponía a hacer un largo viaje o se enfrentaba a
algún reto peligroso.

Versión en papel y electrónica en www.seigancreativo.com

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